Time after time

Dos de las estaciones más agradables del año acarrean dos de las peores molestias: alergias y mosquitos idiotas.
En primavera están los bocetos de mosquito. Unas porquerías chiquitas y grises que aparecen después de las lluvias. Como son grises y no saben volar, están como flotando en el aire, lo que hace muy difícil su eliminación. Ahí es cuando prendemos la pastillita, y como estamos que reventamos de la alergia, se nos hinchan los ojos y vemos aún menos para matarlos.
Para cuando empieza el verano, los mosquitos crecieron y se perfeccionaron, ya nos convencimos de que “la pastillita” no sirve para nada y, alternativamente, nos untamos en OFF o en Caladryl. Esos monstruos negros dividen su corta vida en picarnos o aletearnos en el oído cuando pretendemos dormir.
Termina el verano y empieza el otoño: lluvia, refresca a lo pavote y renace nuestra ilusión de una vida mosquito-free. Pues… ¡PISTOLA!
Porque con la lluvia se hicieron millones de incubadoras de bichos y, en la primera recalentada, aparece el segundo modelo de idiota. Insistimos con la pastillita porque los vemos más débiles –y mucho más débiles estamos nosotros, por la “Fiebre del heno” y esa gripe funesta que nos agarró con la refrescada-, pero también es inútil. Como andamos nadando en nuestros propios mocos, no podemos ponernos OFF, pero no es tan grave porque estos ni siquiera pican. Lo que más disfrutan los mosquitos idiota otoñales es pasearse frente a la pantalla o la televisión, hacer firuletes arriba del mate que estamos tomando o pegarse en las paredes blancas; todo bluff, exhibicionismo, para que veamos que están ahí. Y en esos momentos nos encontramos aleteando al vacío, sin ver nada más que unas mínimas manchas grises por todos lados, poniéndonos en ridículo, pegándole a la mesa o la pared. Tiramos el mate de un codazo, les soplamos el humo del cigarrillo, vivimos con el tubo de Raid “Casa y Jardín” al costado de la computadora, nos sacudimos sopapos a nosotros mismos. Y el frío que no termina de llegar y estos mierdas que no terminan de desaparecer.
Los mosquitos son una porquería en cualquier época del año. Pero hay momentos en que son peores.