Un perro de exterior.

Es una cruza exótica de Pit Bull con Bull Terrier, hecho para pelear en las sucias arenas de Córdoba capital y rescatado de las garras de la mafia por mi, cuando la pequeña bestia tenía 45 días y pesaba casi 5 kilitos. Yo quería comprarme un elegante ejemplar de Bull Terrier, pero por el 20% del costo me conseguí a Mancho.
Como tenía miedo de que sea agresivo, se paso toda su canina infancia a upa de todo el mundo, lo que lo convirtió en un perro humanista. Prefiere los humanos a los perros. Y los humanos hembra a los humanos macho. Y quiere hacerle cachorros a todas las mujeres que ve.
A pesar de su consistente preferencia por los personas, es insoportable porque quiere que nos comportemos como perros y encima como perros de pelea, como es él. Pero dormido parece casi bueno.
El problema son las noches de frío, porque uno –que tiene sentimientos- no puede verlo con esa cara de carnero degollado y lo entra a disfrutar del calor hogareño. La primera dificultad que se presenta es que él no entiende conceptos como “cerámicos” o “alfombra” y quiere hacer pozos como en la tierra. La otra dificultad es que no se acostumbra al efecto “patinoso” y corre por la casa chocándose estruendosamente contra muebles, paredes o personas. Y a tercera –no menos importante- es que no comprende que los seres humanos no son tan duros en su estructura física como él y brutea a todo dar, por lo que la colección de moretones de todos es enorrrrrme.
Para Mancho, todas las estructuras verticales –paredes, muebles, paragüeros, estufas, etc- son mingitorios, todas las basuras del piso son comida, todos los cables son mordillos, todos los inodoros son bebederos y toda la ropa del canasto para lavar son trapos para jugar.
A veces pienso como será tener un perro como Gogle, con estirpe, belleza y educación; que hace sus necesidades sobre un diario, que llega con cheques de AdSense… Pero nada, yo tengo un perro villero que se asusta con su propio reflejo en las vidrieras, que tiene el cuello más grande que la cabeza y zafa del collar de ahorque, que te mira a los ojos cuando se tira un pedo y que come pan y verduras –y carbón, y libros, y botellas de vidrio-.
Es muy difícil ser madre soltera de un perro de exterior.