Oh, l’amour

Eso que sentís cuando lo/la ves, esa inquietud mezclada con alegría. Esa vergüenza que te sube a la cara cuando creés que alguien se dio cuenta. Esa necesidad de saber todo lo que le pasa, de convertirte en su ideal. La angustia que te genera saber que está con otra persona -o que imaginás que está con alguien, aunque no tengas certezas-. Las fantasías sobre el primer beso, sobre el segundo beso, sobre el sexo, sobre la sensación de su piel sobre la tuya. El recuerdo de su olor, de sus gestos, de su sonrisa y de su manera de caminar o sentarse. Mirar todas sus fotos en Facebook, twitter, flickr o dónde sea tratando de buscarle un defecto que nunca encontrás. La idea de un viaje juntos, de una fiesta a la que lleguen de la mano, de escaparse a ver el amanecer sin que nadie sepa dónde están. Cruzar miradas en un salón lleno de gente, cuando nadie se da cuenta, y decirte cosas sólo con el pensamiento.

Bueno, todo eso es calentura.

El amor es otra cosa. El amor viene cuando todo eso es un recuerdo gracioso. El amor viene mucho después cuando sabés que esa persona es la única con la que querés estar cuando te sentís mál porque es la cura.

Y el día que te sentís mál y no querés estar con esa persona, es el día en que te das cuenta que el amor ya no está más. Ese día es un día de mierda. Una semana. Un mes. Un año… y después tirarte de cabeza en la próxima calentura.