Mi chica de humo

Como casi todo en este mundo, las mujeres se pueden dividir en dos tipos:

1. la que piensa que va a poder sobrellevar la situación,
2. la que piensa que “soldado que huye, sirve para otra guerra”.

Pertenecen al tipo 1 las que, enfrentadas a una situación dudosa con un Ser Humano Macho -dudosa, las pelotas, el pibe quería una sola cosa y estaba ya bastante claro-, piensan que van a someterlo con sus I-RRE-SIS-TI-BLES encantos sexuales (pavada importante, si las hay) o que, en realidad, es una “buena onda” del chaboncete pero de C…r ni hablar. El resultado de tan valiente actitud suele ser una horrorosa mancha en el legajo íntimo de la susodicha -con llanto y arrepentimiento incluido- o una horrorosa mancha en el legajo íntimo -con actitud de “yo me las sé mil y no importa nada-.

Al segundo tipo pertenecen las escapistas profesionales. El tipo 2 alcanza su auge en la primera mitad de la veintena, cuando son una mezcla de Lolita con un Teletubbie, y es más fácil que patinen en el barro por cualquier galán de 1/4 de pelo que se hace el amoroso. Soldado que huye [ ] suele encontrarse, sin más preámbulos que unos besos en el boliche, a punto de irse o dentro del auto o en la propia casa del pirata del momento, cuando le cae la ficha de que está por cagarla feo. Ahí es cuando hace gala del más desarrollado sentido de la supervivencia social y huye de una manera tan poco leal que deja al sujeto con tremendas ganas de asesinarla y una necesidad imperiosa de auto-abastecerse de cariño.

Y los hombres, queridos amigos, que digan que nunca se cruzaron con una chica de humo MIENTEN. Porque hay más mujeres emprendedoras -emprenden la retirada- que laburantes, y eso se ve en todos lados.