Perdoname por decirte esto ahora, tantos meses después. Ya sé que no es el momento y que no va a cambiar nada, pero me pesa un poco.
Yo te busqué con Google y vos habrás visto mis fotos antes, ya sé que sabías que tenía una novia o algo. Pero hubiera dejado todo en ese momento, y vos no fuiste capaz de dejar nada, ni un momento.
¿Por qué no nos escapamos de la gente cuando pudimos? Ya sé que estás pensando que soy un nene, como todo el tiempo me decías, pero estuvimos de acuerdo en irnos de ese espantoso lugar. Tenía muchas cosas que contarte, quería que desayunáramos juntos y solos en mi habitación. Me imaginé que nunca ibas a enamorarte de mi -ni yo de vos-, pero tenía la esperanza de convencerte, algo…
¿Querés saber cuál fue el peor momento? Ya estábamos solos, era de día y casi no podías mantenerte despierta en el taxi. Volvimos abrazados y esto estuvo bien, ya estaba cerca ¡hasta bajaste del taxi para despedirte! Nos abrazamos de nuevo parados al lado del auto y te llegó el mensaje al celular. Claro que me imaginaba de quien era y no tuve ganas de meterme. Me sentí cobarde cuando entré y vos te fuiste porque no hice nada. Me sentí todavía más cobarde cuando me mandaste en mensaje de que habías llegado bien a tu casa, como te había pedido cuando nos despedimos.
Al día siguiente fue peor. Ya no estuvimos más solos. Quería que vinieras a cuidarme a la noche pero me dio vergüenza pedírtelo, aunque me lo ofreciste. Me sentí mal todo el tiempo hasta que te vi de nuevo. Después fue la despedida. Cuando te dejé me sentía peor que nunca y no pude evitar mandarte ese último mensaje, desde la furia: “que pasen una buena noche”. Ya sé, no fue muy maduro, pero tenés razón: soy un nene.