Acabo de caer en la cuenta de que no tengo una vida interesante. No soy un personaje interesante. No me pasan cosas interesantes. No tengo aventuras interesantes.
O por lo menos, no son interesantes para la mayoría de las personas. Porque, amigos. la gente es más morbo que carne.
A esta altura de la soiree, creo que es conveniente haber sido gordita, feúcha, sufridita, discriminada, torturadita, con historias sexuales trágicas -o sexualidad dudosa-, amores chotos, problemas con las drogas, idiotez, alcoholismo, ser de una familia humilde -o millonaria con problemas de abandono emocional-, obligada a estudiar una carrera que no quería, malcriadita, desarraigada, de alguna minoría… bah… algo conflictivo, trágico…
Pero no.
Acá ando yo por la vida, con problemas comunes y nunca graves -¡si hasta mi mamá tuvo cáncer y se curó!-, derrochando una esplendidez que tiene mala prensa. Soportando la carga de naturalmente ser flaca, excepcionalmente inteligente, de haber estudiado lo que me ha dado la gran gana, haber tenido los mejores romances a los que una mujer puede aspirar, ser de una familia de clase media argentina (compuesta por ex pobres y ex millonarios en partes iguales), vivir en una casa con calandrias y una biblioteca enorme. No soy pedante porque he superado grandes conflictos gracias a mi fuerza de voluntad. Soy pedante porque ME LO MEREZCO.
El otro día twitteando (no me pidan explicaciones sobre lo que es twittear) sobre los blogs que se editan como libros, aclaraba que EsEvidente no puede ser transformado en libro porque no tiene una estructura, ni textos editables. Y ahora ADEMAS, caigo en la cuenta de que mi vida tampoco puede ser convertida en un libro porque tiene menos morbo que la Guía T -y mucha menos utilidad-.
Debería hacer terapia. Con un analista bien retorcido podría inventar alguna mierda; para cagarme bien la vida y convertirla en “interesante”.